jueves, julio 22, 2004

Madnerasmo


"Sé muy bien lo que dice de mí la gente, pues no se me oculta la mala fama que tengo, aun entre los más necios. Pero yo soy la única, sí, la única que, cuando quiero, hago reír a los dioses y a los hombres. Y prueba de evidente de ello es que tan pronto como he comenzado a hablar ante esta numerosa audiencia vuestros rostros se han iluminado con nueva y no acostumbrada alegría. Habéis desarrugado el ceño, acompañando vuestros aplausos con una risa franca y amable (...) apenas me habéis visto aparecer, se os ha dibujado un nuevo semblante. Algo así como cuando un nuevo sol muestra su rostro resplandeciente a la tierra; o como cuando la primavera, empujada por un blando céfiro, renueva la faz de las cosas, les da un color distinto y les devuelve su juventud.

Mi sola presencia ha logrado ya lo que apenas consiguen los grandes oradores con sus largos y cuidados discursos, esto es, disipar las pesadas molestias del espíritu (...) como veis, soy aquella manirrota distribuidora de bienes llamada Stultitia, en latín, y Moria, en griego1 (...)¿quién mejor capacitada que yo para definirme? (...) a no ser que alguien diga que me conoce mejor que yo misma (...) en fin, yo para mí, acepto aquel conocido refrán: bien se alaba, quien no encuentre otro que lo haga (...) a mí siempre me ha gustado decir lo que se me viene a la boca (...) todo el mundo sabe que la edad más feliz y, con mucho, la más alegre, es la infancia. ¿Qué hay en los niños que nos empuja a besarlos, abrazarlos y acariciarlos (...) ¡y qué decir de la juventud que sigue a la infancia! ¡Qué risueña es para todos! ¿De donde viene ese encanto sino de mi? (...) cuando más se distancian de mí, menos viven, hasta dar con la molesta vejez, tan mal vista para sí misma como para los demás (...) así yo, cuando veo a alguien cercano al sepulcro, lo devuelvo en cuanto me es posible a la infancia. De ahílo acertado de la expresión popular que llama a la vejez segunda infancia (...) añádase a esto el no despreciable testimonio del refrán popular: sólo la estulticia es la única que detiene el paso fugaz de la juventud e impide el avance molesto de la vejez. Pues, ¿no se parece un poco a la estulticia, la convivencia, el disimulo, la alucinación y debilidad, esa especie de admiración y cariño por alguno de los defectos de los amigos como si fueran virtudes? ¿Qué es sino estulticia ese beso en el lunar de la amiga, o el deleitarse en la verruga nasal de su corderita? ¿O cómo calificar ese estrabismo del padre que ve a su hijo levemente tuerto? Dígase dos y tres veces que es pura necedad y, no obstante, reconozcamos que es la única que une y mantiene unidos a los amigos (...) os diré, resumiendo, que sin mí no existiría ningún tipo de sociedad ni relación humana agradable y sólida. Sin mí, el pueblo no aguantaría por mucho tiempo a su príncipe, ni el amo al criado, la criada a la señora, el maestro al discípulo, el amigo al amigo, la mujer al marido, el casero al inquilino (...) ciertamente no podrían aguantarse si no se engañaran mutuamente, adulándose unas veces, condescendiendo otras, y finalmente, untándose con la miel de la estulticia"


Erasmo de Rotterdam en ¨Elogio de la locura¨ (Siglo XVI)

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