Esto huele mal.
Creo que mi período bosta tocó fondo. Pasan los días como si los recorriera por mi vista por el calendario. Rápidos, no se sienten. Inactivos. El mundo avanza muy aceleradamente a mi alrededor, y al parecer no tengo ni las ganas de saber en que caballito de colores me voy a subir para comenzar a ser parte del girar aparentemente eterno del carrusel.
Esta semana decidí salir de mi casa (ohhhh).
Partí por un paseo en bicicleta, y luego una visita a un bar llamado "Toma 1", donde proyectaban Fahrenheit 9/11. Me senté en la barra con una buena ubicación, una cerveza, y me perdí un rato en los versos de Ginsberg (llegué como media hora antes, lo que agradecí luego al ver como el lugar se llenaba) Vamos bien, pensé. Estas interactuando físicamente aunque sigas en tu burbuja.
Me gusta el humor de Moore. Te muestra las cosas más terribles desde un sarcasmo que te permite digerirlas. El remarcar el absurdo permite ver lo que hay detrás de forma cristalina: el mundo es una mierda. Al menos esa fue mi conclusión.
Cada día despertar en este largo y delgado país del sur, con contradicciones y suciedades varias, a veces ciega ante lo que pasa afuera. Al final no sé dónde mirar. Hasta dentro mío a veces huele mal.
En esos instantes de desesperación es donde envidio de cierta manera a quienes creen en un dios. Al menos comprendo porqué es una idea presente a lo largo de la historia del hombre. Esa deseperación lleva a una solución que va más allá de ella, que no la explica, simplemente le da un sentido que se asume inasible mediante la comprensión racional.
Para evitar tumultos, 15 minutos antes de que termine y porque ya no daba más, voy al baño, pido al cuenta, pago y me siento. En cuanto termina, salgo rápidamente. Con tristeza.
Nos es la falta de luz invernal, simplemente soy yo.
Autoflagelante y autocomplaciente a la vez. Buf!
Esta semana decidí salir de mi casa (ohhhh).
Partí por un paseo en bicicleta, y luego una visita a un bar llamado "Toma 1", donde proyectaban Fahrenheit 9/11. Me senté en la barra con una buena ubicación, una cerveza, y me perdí un rato en los versos de Ginsberg (llegué como media hora antes, lo que agradecí luego al ver como el lugar se llenaba) Vamos bien, pensé. Estas interactuando físicamente aunque sigas en tu burbuja.
Me gusta el humor de Moore. Te muestra las cosas más terribles desde un sarcasmo que te permite digerirlas. El remarcar el absurdo permite ver lo que hay detrás de forma cristalina: el mundo es una mierda. Al menos esa fue mi conclusión.
Cada día despertar en este largo y delgado país del sur, con contradicciones y suciedades varias, a veces ciega ante lo que pasa afuera. Al final no sé dónde mirar. Hasta dentro mío a veces huele mal.
En esos instantes de desesperación es donde envidio de cierta manera a quienes creen en un dios. Al menos comprendo porqué es una idea presente a lo largo de la historia del hombre. Esa deseperación lleva a una solución que va más allá de ella, que no la explica, simplemente le da un sentido que se asume inasible mediante la comprensión racional.
Para evitar tumultos, 15 minutos antes de que termine y porque ya no daba más, voy al baño, pido al cuenta, pago y me siento. En cuanto termina, salgo rápidamente. Con tristeza.
Nos es la falta de luz invernal, simplemente soy yo.
Autoflagelante y autocomplaciente a la vez. Buf!