domingo, agosto 29, 2004

Bye bye, sun...

Es esta hora del día la que más me cuesta.
Desde antes de pasar a los dos dígitos, cuando el sol se escondía una tristeza embargaba mi alma, un deseo de llanto incontrolable se apoderaba de mi ser y me escondía en el baño a llorar. A derramar líquido de soledad.
Nunca compredí porqué el fenómeno se producía, y por supuesto nunca lo comenté. Así ha sido mi vida, llena de tristezas inexplicables sin compartir, fantasmas sin ojos que abruman el paseo tranquilo de la vista por el horizonte, en el segundo en que la luz solar y la serotonina, me dejan.
Maldito ritmo circadiano.

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